Todo en el pueblo sabe que no aventurarse en el bosque después de el sol se ponga. Hablan de los aventureros que partían en busca de oro y fortuna en el desierto accidentado, y luego nunca regresan. Cuando los grupos de búsqueda desaparecieron, la gente dejó de enviarlos. Cuando las mascotas queridas pasaban por la línea de árboles, sus dueños las abandonaban. Lo que está más allá del bosque no vale la vida que roba. Desafortunadamente, Liana no tiene otra opción.
Su padre es un borracho y un jugador, y ella debería haber esperado que los empujara al suelo con sus malos hábitos. Cuando los funcionarios del pueblo llegaron con órdenes de apoderarse su hogar, Liana, una niña de uno y sin su posesiones propias, necesita ser el héroe. Así que ella se aventura en el bosque esa tarde con nada más que una linterna y determinación. Las malezas y las raíces de los árboles la atraviesan a cada paso como si el bosque intentará salvarla de lo que le espera más allá.
Finalmente, Liana llega a un claro. Sus nubes se liberan en el aire frío mientras respira pesadamente. Una gran extensión de agua se extiende ante ella, tan azul como el cielo y tan clara como el cristal. Ella suspira con asombro. Las montañas se proyectan sombras, y ella ve la última franja de luz del sol. A medida que desaparece, oye la burbuja de agua, y algo agarra su pie.